lunes, 25 de septiembre de 2017

                                        Chris Isaak - Blue Hotel

                                           


Hace veinticinco años escuchaba a Chris Isaak sin dudar ni un solo minuto de que iba para relación duradera. Era un crack, el pequeño protegido de los medios, “el crooner” de los ochenta. El nuevo Roy Orbison decían. Algún atrevido incluso le llamó el nuevo Elvis Presley. Menuda tontería, Chris Isaak era demasiado cool. Bien es cierto que, por mucho que lo negara, cultivaba cierto parecido con The King. Como un chiquillo que se entrena delante del espejo para parecerse a su ídolo. Hasta en el tono de voz había un algo, menos grave tal vez, pero las entonaciones era indudablemente del amo de Memphis.
Pero Chris Isaak desapareció, después de tres álbumes, de los que dos de ellos aún guardo en vinilo. No es que dejara de cantar, ni de actuar, ni mucho menos de publicar discos, simplemente dejó de estar, ni para los medios, ni para el público, ni para las ondas. De vez en cuando un cineasta lo rescataba, bien a través de una vieja canción del cantante, bien con un papel a la medida de sus pocas dotes para la interpretación. Su pasión por los viejos estudios Sun de Memphis dejaron de tener gracia, y la llegada del grunge a principios de los 90 le remató.

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